El
estadio Alejandro Villanueva lució un marco impresionante luego de dos años, la
alegría de las tribunas se trasladó al campo de juego y los dirigidos por Carlos
Bustos salieron a imponer condiciones. El portero Manuel Heredia se hacía figura
desde temprano y ahogaba el grito de gol en repetidas ocasiones.
Jairo
Concha pecó de imprudente e inocente y delante del juez le tocó el rostro a
Celi que exageró mas de la cuenta ocasionando la expulsión del volante blanquiazul
a los 29 minutos de la etapa inicial. Por si fuera poco, Edgar Benítez se sintió
de la pierna izquierda, por lo que Bustos debió iniciar a replantear el partido
mandando a Fuentes para apoyar en medio campo y romper líneas.
La
fatalidad parecía imprimirse en la tarde victoriana cuando Rivera sobre el final
del primer tiempo marcaba el tanto trujillano. Pero, a pesar de la inferioridad
numérica, del gol en contra y tener todo cuesta arriba salió a relucir el
corazón grone. Desde la tribuna hacia la cancha con el aliento incesante de la
hinchada y de la cancha hacia la tribuna con el juego aguerrido de la última
temporada, ganando las divididas, buscando los espacios y aprovechando los
errores del rival.
Las
variantes practicadas por Bustos le dieron resultados; primero Lavandeira que asumió
la función de organizador, Arley Rodríguez que no da una pelota por perdida,
Cornejo con balones siempre al compañero y el debut de Benavente que puso la
cereza en el pastel.
El
empate fue obra de Hernán Barcos (11 min. 2T) que fue bien habilitado por
Lavandeira y definió como el artillero que es. A los 35 minutos, otra vez
Lavandeira sirvió un tiro de esquipo al primer palo para que Pablo Míguez de
taco marque el 2-1 a favor de los Íntimos.
El
3-1 fue una pintura sobre el final del encuentro. Un tiro libre generado y
ejecutado a la perfección por Cristian Benavente. Pegada fuerte, dirigida e inatajable
para desatar la locura en Matute. Gol del Chaval, debut soñado en el futbol
peruano.
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